
Plaza de las maravillas,
instala su tenderete
el mercader de semillas.
Las semillas misteriosas
en papeles de farmacia
leves, dormidas, ociosas.
Y los bulbos de jardín
como cebollas de seda,
nombre y familia en latín.
La plenitud de las flores
viene en cartones pintada,
lujuriante de colores.
Huertos de Valencia y Francia
cifran aquí sus abriles
y su remota fragancia.
Botánicas Bellas Artes.
Yo mi lección de poeta
aprendo todos los martes.
-¿Qué puedo sembrar, amigo?
¿Don Diegos de día o noche?
¿Espuelas de Don Rodrigo?
Compadre ¿qué me aconseja?
¿Dalias de Irán, nomeolvides?
¿Jazmines junto a la reja?
Quiero semillas gitanas
que ansiosas de luz y brisas
florezcan en seis semanas.
Démelas de nombres lindos
y de matices extraños:
gladiolos, miramelindos.
Hierba de plata, alelí,
boca de dragón, caléndula
y silene carmesí.
Y vuelvo al jardín soñando,
apretando contra el pecho
flores que van despertando.
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